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Se dice que en las noches cuando los hombres se entregan al sueño hay criaturas que salen al mundo. Los aluxes brotan a la luz de la luna. Pocas personas los ven, porque son ágiles, ligeros y traviesos. Su vida es un continuo jugar. Les gusta chapotear en las aguas, siempre están sonrientes y con ganas de desconcertar a los humanos.
Si de casualidad topan con gente, empiezan a molestar con travesuras, tiran piedras y esconden pequeños objetos. Con sus risas, descontrolan la serenidad y si se asustan, son capaces de armar una algarabía mayúscula.
Hace algún tiempo, me encontraba en un campo donde iba a prepararse el terreno para una siembra. Era bastante grande, ya que se podía ver muy a lo lejos el final de la tierra.
Cerca de donde me encontraba, había un arbusto lleno de flores y más adelante un solitario árbol en el campo, bastante verde, que daba muy buena sombra; parecía un lugar agradable para leer un libro. Se acercaba la noche y yo estaba cansado de haber caminado toda la mañana en busca de este lugar, en donde me habían dicho que se podían observar a los aluxes. Al llegar, me recibió un ancianito agricultor conocido como don José y me invitó a pasar a su pequeña pero muy agradable casa, enfrente de dicho campo. Era un lugar muy fresco y relajante, ya que recibía la sombra de unos árboles que estaban atrás de la casita.
Don José preparó la cena y nos sentamos a comer.
Al terminar, el ancianito tomó la palabra y me dijo…
– Puede que logre esta cosecha que voy a sembrar.
– ¿Por qué no ha de lograrla?, -pregunté.
– Porque estos terrenos son de los aluxes. Siempre se les ve por aquí.
– ¿Está seguro que hoy vendrán?
– Seguramente -me respondió el ancianito.
– ¡Cuántos deseos tengo de ver a esos seres maravillosos que tanta influencia ejercen sobre ustedes! Y dígame, don José ¿usted les ha visto?, explíqueme por favor, ¿cómo son?, ¿qué hacen?
-Por las noches, cuando todos duermen, ellos dejan sus escondites y recorren los campos; son seres de estatura baja, de cara afilada y cabello largo y oscuro, llevan ropas adornadas como nuestros ancestros mayas, hechas de manta, algunos se colocan adornos en el cabello como plumas largas y coloridas, o se pintan marcas en la piel. Son gente traviesa que suben, bajan, tiran piedras, hacen maldades, se roban el fuego y molestan con sus pisadas y juegos. Cuando el humano despierta y trata de salir, ellos se alejan. Pero cuando el fuego es vivo y chispea, ellos le forman rueda y bailan en su derredor; un pequeño ruido les hace huir y esconderse, para salir luego y alborotar más. No son seres malos. Si se les trata bien, ellos corresponden.
Don José me explicó, que los aluxes, alejan los malos vientos y persiguen a las plagas. Que si se les trata mal, tratan mal, y la siembra no da nada, pues por las noches roban la semilla que se esparce de día, o bailan sobre las matitas que comienzan a salir. Los aldeanos quieren bien a estos seres y les regalan comida y dulces.
Al terminar su relato, don José me pidió que guardara silencio y que esperara en la casa.
El ancianito salió un momento y prendió una pequeña fogata a una distancia considerable de la casita; colocó una jicarita con miel, pozole, otras comidas y dulces diferentes. Después de eso, don José regresó a la casa y me invitó a esperar cerca de la ventana de la casita desde donde se podía ver perfectamente la fogata.
Transcurrido un tiempo, cuando empezaba a llegarme el sueño, oí un ruido que me sobresaltó. Era el ruido de unos pasitos sobre el campo. Luego, ruido de pedradas, carreras, saltos, que en el silencio de la noche se hacían más claros.
Eran ellos, los aluxes, eran tal cual como me los había descrito don José. Bailaron toda la noche alrededor del fuego, disfrutaron los dulces y la comida, jugaron toda la noche, se les veía alegres y contentos. Poco después me venció el sueño y quedé dormido. Al despertar temprano en la mañana, vi que don José limpiaba el área de la fogata, salí de la casita, lo saludé y le pregunté:
– Podrá lograr su cosecha. ¿No es así?
– Los aluxes están contentos, habrá una muy buena cosecha.- Me respondió con una sonrisa.