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Letras para Volar

La leyenda de la lluvia

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Contenido con Guía instruccional »

En tiempos antiguos la lluvia existía sólo donde vivían los dioses. Las personas necesitaban de la lluvia para sembrar, y por ello, se reunieron para pensar, platicar y ponerse de acuerdo sobre cómo traer la lluvia a sus tierras, luego dijeron:

– Enviaremos a alguien para que vaya con los dioses y los convenza de que nos manden la lluvia. Entonces, pensaron a quién enviar para esta tarea y eligieron a la tortuga.

Fue la tortuga a donde vivían los dioses y les pidió que mandaran la lluvia a los hombres para que pudieran sembrar. Los dioses le respondieron:

– Sí, no hay problema, lo único que deberás hacer es mostrarle el camino a la lluvia.

Pero la lluvia puso una condición y dijo:

– Llegaré hasta donde te alcance, tortuga.

Ya que se hicieron los acuerdos, los dioses permitieron que la tortuga se llevara la lluvia. La tortuga muy contenta exclamó:

– ¡Ahora podré llevar la lluvia hasta donde están los hombres!

La lluvia sabía que la tortuga caminaba muy lentamente, por eso le dijo:

– Te daré un poco de ventaja, luego te alcanzo.

La tortuga se propuso correr lo más veloz posible para que la lluvia no la alcanzara, pero a pocos pasos la alcanzó, y hasta allí llegó. La tortuga, muy triste, regresó con los hombres y les dijo:

– Los dioses sí me dejaron traer la lluvia, pero pronto me alcanzó y sólo la llevé hasta allí.

A pesar del fracaso de la tortuga, los hombres no se dieron por vencidos y decidieron enviar a los animales más veloces que existían.

Entonces, mandaron al venado, el cual gritaba mientras corría para guiar a la lluvia, pero ésta lo alcanzó mucho antes de llegar. Y así, mandaron a muchos animales pero ninguno lograba llevar a la lluvia hasta los hombres.


Finalmente, los hombres se quedaban sin esperanzas al no saber a quién mandar y lograr que llegara la lluvia. Fue entonces cuando la rana se acercó y muy convencida les dijo:

– ¡Yo iré con los dioses y traeré la lluvia!


Los hombres pusieron su última esperanza en la rana y la enviaron por la lluvia. Antes de partir, la rana reunió a todas sus compañeras y las convenció de que, para poder llevar la lluvia hasta ahí, deberían repartirse por todo el camino, y también que si la lluvia la alcanzaba, la que estuviera adelante debía gritar para que la lluvia la siguiera. Las ranas aceptaron y así lo hicieron.

Así pues, la rana fue con los dioses y les dijo:

– He venido por la lluvia.

Ellos le contestaron:

– Puedes llevarte la lluvia, pero hay una condición, debes guiarla por el camino y llegará hasta donde te alcance.
– ¡Así lo haré!— dijo la rana, y se fue saltando y cantando para que la lluvia la siguiera.

La lluvia estaba tan ocupada tratando de alcanzar a la rana, que no se daba cuenta de que cuando casi la alcanzaba, otra rana más adelante gritaba y la lluvia la seguía.

De este modo, las ranas llevaron la lluvia hasta donde vivían los hombres. Por esta razón se dice, que en tiempo de lluvias, se escucha mucho el canto de las ranas que llaman a la lluvia, recordando cuando la trajeron a los hombres.

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