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Letras para Volar

Los colores de la guacamaya

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Contenido con Guía instruccional »

Hace muchos años en el mundo solo había dos colores: el blanco que cubría el día y el negro que llegaba con la noche. También estaba el gris, pero realmente no era un color porque era la mezcla del blanco y el negro cuando se unían para el atardecer. Los dioses cansados de ver todos los días los mismos colores, decidieron buscar a su alrededor alguna pista para encontrar nuevos colores que iluminaran la vida y camino de los hombres.

Uno de los dioses tomó muy en serio su tarea, y sin fijarse tropezó con una piedra y se golpeó la cabeza, al sobarse con su mano se dio cuenta que estaba llena de sangre, la cual tenía un color brillante. Corrió con los otros dioses y les dijo:

– ¡Miren, miren, he encontrado un color!
-Lo llamaremos rojo- dijeron los dioses y siguieron con su búsqueda.

Otro de los dioses decidió subir a la montaña más alta en busca de otro color y al llegar a la cima quedó maravillado con lo que vio en el mundo de los dioses, de tal forma que sus ojos se apropiaron de éste. Bajó corriendo para compartir su hallazgo.

– Observen mis ojos, creo que descubrí otro color-  dijo el dios.
– ¡Qué bello color tienen tus ojos!, lo llamaremos azul- contestaron sus compañeros.

Así siguieron con la búsqueda por diferentes caminos, una diosa quiso saber de qué color era el corazón de la tierra y al encontrarlo, nombraron café a ese color. Otro dios al ver la esperanza de frente quedó maravillado con ella y la nombró como verde.

Por último, uno de los dioses que no había encontrado nada, se sentó en la plaza de la aldea para ver jugar a los niños que reían y de su sonrisa salía un bello color, el dios lo tomó y le puso amarillo.

Así, los dioses comenzaron a repartir los colores en todo el mundo, destinaron el azul para el cielo y las nubes; al sol lo pintaron de amarillo, la tierra se vistió de café y la vegetación de verde. Y de repente los colores se fueron mezclando entre ellos dando origen a nuevos colores.

– Nuestro trabajo está terminado, dijo uno de los dioses.
– No, todavía no, ¿dónde guardaremos todos los colores que hemos encontrado? Pueden perderse y tendremos que ir a buscarlos de nuevo.

De repente, una guacamaya blanca iba pasando por ahí, uno de los dioses la tomó y les dijo a sus compañeros:

– Pongámoslos aquí, las largas y bellas plumas de esta ave serán la guarida de los colores.

Y comenzaron a poner uno a uno los colores en las plumas de la guacamaya, quien feliz al ver su nueva belleza salió volando para compartir con los hombres la alegría de los colores.

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