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Letras para Volar

El discurso de Fernando del Paso en honor de Elena “La fina” Poniatowksa

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En un contexto en que las apretadas agendas de los grandes escritores les impiden coincidir, el encuentro entre dos ganadores del Premio Miguel de Cervantes pareciera un extracto de un libro de ficción.

Sin embargo, el encuentro entre Fernando del Paso y Elena Poniatowska fue toda una realidad, y el Paraninfo Enrique Díaz de León de la Universidad de Guadalajara fue testigo de una emotiva reunión entre dos de las plumas más importantes de la literatura mexicana del siglo XX.

El 1 de diciembre de 2015, Elena Poniatowska fue distinguida con el Doctorado Honoris causa de la UdeG por sus aportaciones al periodismo mexicano y a la literatura universal, así como por su defensa de los derechos humanos. La escritora mexicana sigue siendo reconocida después de su nombramiento como Premio Miguel de Cervantes en 2013.

En una ceremonia encabezada por el Rector General de la UdeG, Mtro. Itzcóatl Tonatiuh Bravo Padilla, el Premio Cervantes 2015, Fernando del Paso, pronunció un emotivo discurso en el que destacó la amabilidad de Poniatowska, tanto al hablar como al escribir.

Además, el autor de “Noticias del Imperio” hizo énfasis en cómo la obra de Poniatowska también ha servido como denuncia social, recordando obras como “La Noche de Tlatelolco” y “La Herida de Paulina”, historias a las que ningún mexicano puede ser indiferente.

“Su extensa labor literaria y periodística ha tenido, por fortuna, un muy amplio reconocimiento en nuestro país y en el extranjero”, dijo Fernando del Paso en la parte final de su discurso, el cual terminó con una efusiva felicitación.

Compartimos con ustedes el discurso íntegro de Fernando del Paso en reconocimiento de Elena Poniatowska.

ELENA PONIATOWSKA, LA FINA

Hace unas dos décadas, cuando mi nieta Ixel tendría unos nueve años me dijo, a sabiendas que yo era escritor y varios de mis amigos también lo eran: “oye abuelito, a mi me gustaría mucho conocer a Elena Doña Tosca”. Por una razón o por otra, eso no ha sido factible. Sin embargo le aclaré a Ixel que “Tosca” era “Towska” de Poniatowska y que no era ni el nombre ni el apodo de Elena, quien se distinguía por lo fina, tanto en su trato personal como en su oficio.

Elena fue un regalo de Francia y Polonia a México, llegó muy jovencita y se quedó entre nosotros para siempre. Con su estancia nació una nueva forma de amar a México y sus letras: la del extranjero que se vuelve más mexicano que el chile verde. Desde entonces y hasta la fecha Elena ha demostrado la intensa pasión que siente por nuestro país. Ha sido Elena “Doña Linda”, en todo lo que ha salido de su pluma, y también en todo lo que ha salido de su boca.

Recuerdo que conocí a Elena hace más de medio siglo, cuando tuvo un gesto personal de excepcional generosidad. Por los años sesenta el director del Fondo de Cultura Económica era un gran argentino: Arnaldo Orfila Reynal, que se atrevió apublicar dos libros que disgustaron a los políticos y entre ellos al presidente Díaz Ordáz. Uno de esos libros, Escucha yanqui, del politólogo norteamericano Wrigh Mills, era un tratado honesto y equilibrado de la revolución cubana. El otro, Los hijos de Sánchez del antropólogo y también norteamericano Oscar Lewis, consistía en una serie de grabaciones hechas en el seno de una familia mexicana de clase pobre. Ambos libros provocaron, por honestos y sinceros, una lluvia de calumnias y el presidente expulsó del Fondo a Orfila Reynal. Inmediatamente unos trescientos intelectuales de México organizamos una cena de despedida la noche en que, según entiendo, murió en Bolivia el Ché Guevara, y esa misma noche fundamos entre todos la editorial Siglo XXI y en nuestra calidad de accionistas colocamos al frente a Arnaldo. ¿Y cuál sería la sede de la nueva editorial? Elena Poniatowska dijo: “Mi casa”. Y fue su casa la sede. Como decía este gesto fue inolvidable.

En todos estos años Elena no ha dejado de ser una excelente periodista. Las tragedias que al parecer ocurren de manera cíclica en nuestro país, han sido siempre objeto de su atención y observación inteligentes. Desde La Noche de Tlatelolco a La herida de Paulina, todos estos acontecimientos que abarcan tanto lo público como lo personal, han contado con el interés y el análisis sencillo pero profundo de Elena. Estos dos son los ejemplos más destacados a los que yo acudiría para referirme a una actividad profesional que ha sido desarrollada de la manera más conciente posible y mediante una inversión de tiempo que la sociedad debe agradecer sin ambages.

Supongo que no hay un mexicano que no se conmueva ante la relación y los hechos sangrientos de ese lamentable 2 de octubre de 1968, tras los cuales la sociedad mexicana pareció cambiar, pero no lo sufiente. Presumo también que no hay lectora mexicana que no se conmueva ante el relato del viacrucis de Paulina Ramírez, la niña mexicana de clase pobre que fue salvajemente violada y embarazada en 1999: a pesar de haber contado con la autorización del Ministerio Público de Mexicali para abortar, en virtud de haber sido víctima de los hechos anteriormente mencionados y de que contaba con escasos 10 años de edad, por lo que su cuerpecito no estaba preparado para el procedimiento y ponía en riesgo su vida, Paulina y su madre tuvieron que recorrer un largo calvario, ya que una y otra vez los médicos, en nombre de la moral, rechazaron realizar el aborto, y la propia iglesia católica intervino para desautorizarlo.

Creo que si no hubiera sido por el esfuerzo de Elena, quién viajó a Mexicali –ciudad de la cual por cierto nos ofrece una breve pero lúcida crónica-, no nos hubiera sido posible, a miles de lectores enterarnos de esta pequeña gran tragedia exacerbada por la cobarde actitud de algunos médicos.

La herida de Paulina publicada originalmente en 2007, año en que a Elena Poniatowska le fue entregado el Premio Rómulo Gallegos en Venezuela, ha sido reeditado en este año de 2015 por Seix Barral.

Dos años antes, en el año de 2013, Elena ya se había ocupado del escabroso tema de la violación de la mujer en el segundo relato de su libro Tlapalería. Y es que Elena es y ha sido simpre una destacada feminista con una serena actitud. “Sin gritos ni histerias” y con su ejemplo personal ha sabido siempre defender los derechos elementales de la mujer en una sociedad de criterios inestables. Elena demuestra eso con creces al ocuparse extensamente de la pintora surrealista británica Leonora Carrington y de la fotógrafa italiana Tina Modotti, quién visitó México y se enamoró profundamente del país. Las mujeres mexicanas no se han escapado a su interés como lo demuestra su libro Las siete cabritas, dedicado a la vida de Frida Kahlo, Guadalupe Amor, María Izquierdo, Nahui Olin, Elena Garro, Rosario Castellanos y Nellie Campobello. Sin embargo, no se olvida de su pareja de toda la vida: el destacado astrónomo Guillermo Haro, sobre el cual, dos años después de ganar el Premio Biblioteca Breve 2011, escribió una biografía sabia, llena de amor. Con todo, los gustos y las pasiones de esta gran escritora van mucho más allá, como podemos verlo en los varios volúmenes de Palabra cruzada, Todo México y Jardín de Francia. Los dos primeros consistentes en preciosas entrevistas hechas a Renato Leduc, François Mauriac, Fidel Velázquez, Cri-Cri, Max Aub, Palillo, Andre Malraux. Y en el tercero, Jardín de Francia, Elena nos recuerda su origen francés y nos ofrece un muy completo, valioso y estupendo panorama de la literatura, la vida y la cultura francesas, donde brillan como estrellas los nombres de sus principales protagonistas. Estos textos nos hablan también de la amistad y los cálidos intercambios que han existido entre nuestros dos países: Francia y México. Elena ha sabido también, como novelista recuperar el lenguaje de su infancia y su adolescencia, etapas de su vida que ella vivió con un deslumbramiento y una intensidad envidiables. Lo vemos en libros como Lilus Kikus y Boda en Chimalistac.

Su extensa labor literaria y periodística ha tenido, por fortuna, un muy amplio reconocimiento en nuestro país y en el extranjero. La presencia de Elena en estos días en Guadalajara obedece a uno más de esos reconocimientos: la Universidad de Guadalajara le otorga el doctorado Honoris Causa, lo cual nos llena de alegría y orgullo. Felicidades Elena, ¡Bienvenida Elena “Doña Tosca”, Elena “Doña Fina”, Elena “Doña Linda”, Elena Poniatowska!

Crédito fotografías: Adriana González, Coordinación General de Comunicación Social UdeG